"Algún
día tendríamos que consagrar España
al arcángel San Miguel, ... Miguel Servet,
Miguel de Cervantes, Miguel de
Molinos, Miguel Unamuno.
Parecerá arbitrario definir a España como
la tierra de los cuatro migueles. Sin embargo, mucho más
arbitrario es definir a España descartando a tres
de ellos por heterodoxos y sin conocer a ninguno de los
cuatro.
Cuatro migueles que asumen y resumen las esencias
de España."
ANTONIO MACHADO
(Poeta) |
BIOGRAFIA
Miguel de Molinos Zuxia nació
en Muniesa (Teruel) en los últimos días
del mes de Junio de 1628, siendo bautizado
el día 29 de ese mismo mes. Sus padres se llamaban Pedro
Molinos y AnaMaría Zuxia, se le impuso en el nombre de
su abuelo; un tío suyo Mosen Juan, fué sacerdote
y una hermana, monja en Valencia.
En 1646 aparece su nombre entre los beneficiados
de la iglesia de San Andrés de Valencia,
de un beneficio eclesiástico , fundado
por un muniesino, Bernardo de Murcia, para
que pudieran estudiar algunos naturales de Muniesa, el cual
se encontraba vacante por defunción de Juan Cabañero,
con toda probabilidad otro paisano.
Estudió para sacerdote en el colegio jesuítico
de San Pablo de esa ciudad. Entre 1649 y 1652
recibió las órdenes sagradas. Opositó en
dos ocasiones para el cargo de penitenciario del Colegio del
Corpus Christi de Valencia, fundado por san Juan de Ribera.
En Valencia permaneció 16 años, pero escasean
las noticias sobre su actuación en la ciudad del Turia.
Al parecer,Molinos perteneció a la Cofradía llamada
Escuela de Cristo, para el fomento de la espiritualidad.
En 1663 la Diputación del Reino de Valencia
le nombró postulador para agilizar en Roma
la causa de beatificación del sacerdote Francisco Jerónimo
Simó (m. 1612), que había sido beneficiado de
laparroquia de San Andrés, de la que él también
era desde el 11 de julio de 1646.
Al mismo tiempo, el arzobispo de la ciudad le encargó
que cumpliera en su nombre la obligada visita «ad limina».
Avalado por el Capítulo de la catedral, partió
el mes de noviembre y llegó a la Ciudad Eterna a finales
de ese año. Molinos desarrolló a la perfección
el último encargo, pero no el primero, el de la beatificación
de Jerónimo Simó, porque se hallaba obstaculizado
por la Inquisición.
Molinos no volvió nunca a España.
Poco a poco el aragonés entró en contacto con
los círculos espirituales de Roma y con personas
relevantes, como el general de los jesuitas, padre Paolo Oliva
(m. 1681), a través de la Escuela de Cristo, cuyo funcionamiento
había conocido en Valencia.
También se carteó con la reina Cristina
de Suecia.
Pronto se ganó la fama de buen director espiritual, lo
cual le abrió las puertas para relacionarse con las personas
eclesiásticas y civiles más influyentes de Roma,
incluido el Papa Inocencio XI.
En 1675 publicó la Guía
espiritual, acuciado, tal vez, por los rumores que
circulaban contra su persona.
Las críticas arreciaron, especialmente por parte de los
jesuitas G. Bell’Uomo y Segneri.
Como Molinos contaba con el apoyo de la Curia Romana, las acusaciones
de estos jesuitas fueron incluidas en el Índice de libros
prohibidos (1681).
Sin embargo, el movimiento quietista preocupaba cada vez más
a las altas esferas vaticanas. Esto contribuyó a que
todo se volviera contra Molinos,el cual fue arrestado el 18
de julio de 1685 y confinado por orden del Santo Oficio.
A los dos años se celebró el juicio y llegó
la pena de reclusión mayor, con la obligación
de retractarse públicamente a cambio de no incurrir en
excomunión perpetua. Este acto se llevó acabo
en la iglesia de Santa María sopra Minerva el 13 de septiembre
de 1687. Molinos pasó nueve años en la prisión
y murió el 28-29 de diciembre de 1696.
LITERATURA MISTICA
Miguel de Molinos fue un sacerdote entregado a la dirección
espiritual de las personas que buscaban vivir con cierta intensidad
la vida cristiana.
Realizó esta labor oralmente y por escrito. Se cuenta
que escribió unas veinte mil cartas, de las que sólo
se han conservado unas pocas debido a que las Actas y demás
papeles del juicio desaparecieron, al cabo de los años,
de los Archivos Vaticanos.
¿Fue Molinos un místico? Molinos se sitúa
en el ámbito de la mística cristiana. Sólo
desde ahí se comprende la filosofía que sustenta
su vida y su obra. Sin embargo, el juicio que ha merecido Molinos
por parte de la postura oficial de la Iglesia y de los protestantes
luteranos es muy diferente.
Según la primera, Molinos representa la ruina de la mística
tradicional; según los segundos, Molinos es un creador
genial de una mística injustamente proscrita.
Los escritos de Molinos son esencialmente didácticos:
tienen por objeto enseñar a caminar (Guía) por
la senda que lleva a la contemplación.
Los místicos, cuando escriben, ponen su pluma al servicio
de lo que ellos mismos han experimentado como una gracia divina,
y es entonces cuando se produce el choque entre la expresión,
siempre limitada, y lo experimentado por ellos, que desborda
las palabras y los conceptos.
Algunos comentaristas han tratado a Molinos como si fuera uno
de estos místicos, aplicando a los textos literarios
del aragonés esquemas interpretativos improcedentes.
La originalidad literaria de Molinos no se ha de buscar en experiencias
místicas inexistentes, sino en la forma de expresar una
doctrina espiritual que era corriente en los ambientes cristianos
de su tiempo. No estamos, por tanto, ante unos escritos místicos
sino ante una literatura didáctico-religiosa que se mueve
dentro de los cánones literarios y religiosos de aquella
época.
Literatura mística es la de san Juan de la Cruz y de
santa Teresa de Jesús (prosa y poesía), en la
cual dan a conocer su personal intuición de la presencia
divina, sirviéndose para ello de un lenguaje, de unas
figuras y metáforas que, aunque para los propios místicos
estén lejos de expresar la experiencia sentida, para
nosotros resultan un leguaje cargado de emoción humana
y de lirismo sobrenatural sobrecogedor. En este sentido, el
lenguaje místico crea su propia estética.
El caso de Molinos es distinto. Aunque repite mucho el término
«místico/a» o habla en primera persona, nunca
habla de sus propias experiencias como paradigma de estado místico.
Molinos escribe una Guía práctica para que «lo
que Dios por su infinita misericordia me ha inspirado y enseñado,
que lo que la especulativa lección de los libros me ha
administrado e instruido» sirva a los demás.
Esta experiencia parece referirse a la contemplación
adquirida, pero, como iremos viendo, para él tiene valor
místico.
La Guía espiritual tiene dos objetivos: primero, «desembarazar»
al alma de los obstáculos que le impiden alcanzar la
contemplación, como pueden ser las falsas doctrinas.
Segundo, «instruir a los directores para que no estorben
el curso de las almas llamadas por estas secretas sendas a la
interior paz y suma felicidad». Por eso recalca Molinos
el carácter práctico, didáctico de su Guía,
porque la mística es algo que no se aprende en libros
sino que es obra gratuita de Dios. «A Dios sólo
toca, y no a la guía, el pasar al alma de la meditación
a la contemplación».
Es decir, no afirma que se trate de un libro de mística,
pero los temas sí lo son. Molinos se refiere aquí
a los estados preparatorios para la unión mística,
a la contemplación activa o adquirida, pues de la contemplación
pasiva o infusa trata en la Defensa de la contemplación.
Para el estudioso de la literatura, la Guía espiritual
de Molinos tiene interés histórico y literario.
Si se analiza la Guía espiritual en relación con
los cánones estético-literarios del siglo XVII,
sorprende un poco lo alejado que se halla la prosa de Molinos
de los cánones conceptistas y culteranos del
barroco.
La Guía espiritual es un dechado de estilo clasicista:
claro, conciso, natural, sobrio, de ordenada exposición.
«Se puede hablar de una estructura clásica de la
Guía, de orden y sencillez en la exposición ideológica
e, incluso, de un vago tono general de plácida serenidad,
acorde con la negación de la voluntariedad del alma,
base de todo el espíritu del libro».
Esto no obsta para que, junto al orden y serenidad de esta obra,
Molinos haya introducido elementos propios del barroco: oposiciones
conceptuales, algunas frases lapidarias, apelación al
desengaño: «La ciencia mística no es de
ingenio, sino de experiencia; no es inventada, sino probada;
no leída, sino recibida, y así es segurísima
y eficaz, de grande ayuda y colmado fruto.»
La crítica literaria, desde Menéndez Pelayo
hasta su crítico más riguroso, José Ignacio
Tellechea, ha sido unánime en los juicios sobre la finura
de la prosa molinosiana.
El crítico santanderino no pudo leer la edición
española de la Guía porque, a raíz del
proceso, fueron requisados todos los ejemplares; descubrió
su valor literario a través de la edición latina:
«Yo la he visto en latín, en francés
y en italiano, pero jamás en castellano; y es lástima,
porque debe ser un modelo de tersura y pureza de la
lengua».
Por su parte, Tellechea escribe que «Molinos
continúa inexplorado desde el punto de vista estilístico,
mientras estamos ahítos de discutir sobre su
doctrina. Sin duda le tentó menos la vanagloria
del continente que la del contenido de su preciada obra. Sigue
abierto al análisis y valoración estéticas
de su prosa enjuta, en ocasiones casi azoriniana o acaso simplemente
aragonesa».
En este punto, no conviene perder de vista la propia autocomprensión
de Molinos: «He procurado que el estilo de este libro
sea devoto, casto y provechoso, sin exornación de pulidas
frases, sin ostentación de elocuencias ni sutilezas teológicas;
sólo he atendido a enseñar la verdad desnuda con
humildad, sencillez y claridad.»